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sábado, 7 de enero de 2012

Análisis de Manolito Gafotas

FICHA DEL LIBRO
Título: ¡Cómo molo!... (Otra de Manolito Gafotas) (1995)
Autora: Elvira Lindo (Cádiz, 23 de Enero de 1962)
Editorial: Alfaguara
Colección: AlfaGuay

El porqué de la elección de este libro:
En mi familia siempre hemos sido de leer, y de releer, tenemos multitud de libros guardados, asique, rememorando viejos tiempos, busque por mis estanterías de libros (con un orden concretamente caótico) aquellas historias que, de pequeño, me hacían entretenerme. En un principio elegí “La ciudad de las bestias”, de Isabel Allende, uno de mis libros favoritos desde que salió, en 2002, pese a que era para adolescentes y yo tenía 10-11 años (por lo que hubo muchas cosas que no entendí hasta que lo releí más adelante). Pese a mi predilección por esta obra, su lector objetivo era un adolescente, asique no me servía. De pronto mis ojos se posaron en la cara de un niño rellenito y con gafas, y no era una foto mía de pequeño, sino que era la de Manolito Gafotas (Manolo García Moreno), con el que, además de parecido, compartía un hermano al que llamábamos “Imbécil”.
    Es lo único que compartíamos, ya que él vivía al otro lado de Madrid, en el barrio de Carabanchel (Alto), con sus padres, su hermano pequeño (el mío es mayor) y su abuelo.  Su libro, una autobiografía ficticia, contaba en primera persona las peripecias en el mundo normal y corriente de este niño, dicharachero e ingenuo, y sus amigos, el Ore (de Orejones, el mejor amigo de Manolito), Yihad (el matón), Susana Bragas Sucias (la matona) y el Mostaza, como los llamaba él. En concreto, “¡Cómo molo!”, cuenta el verano de Manolito, el único de su pandilla que no se ha ido de vacaciones, los cuales le mandan cartas haciéndole rabiar de la envidia (contestando a Yihad, lo que le hace sentir valiente escribiendo por carta). Su vecina, Luisa, también se ha ido, encargándole a la madre de manolito cuidar de su casa. El Imbécil rompe el reproductor de vídeo de Luisa, lo que provoca un enfado entre la madre y la vecina, que acaba en una “Comida de Reconciliación”. Vuelven a quedarse cuidando la casa de Luisa, y ambos hermanos trastean en ella pero sin volver a tocar el vídeo.
    En el siguiente capítulo, Manolito va con su abuelo y el Imbécil a la piscina municipal. El abuelo, desoyendo los consejos de la madre de Manolito, no les echa crema solar, lo que hace que el Imbécil acabe en el hospital, lugar en el que Manolito descubre que su hermano se llama, en realidad, Nicolás (como su abuelo). Vuelven a ir a la piscina, dando clases de natación, y Manolito aprende de forma práctica el principio de Arquímedes sobre los cuerpos sumergidos en líquido, pero él acaba explicando el principio de los García, que por constitución los músculos los tienen concentrados en la barriga, por lo que en vez de flotar, se hunden.
    Manolito cuenta la predilección de su abuelo por los pasodobles, y siempre se junta en el parque con unos músicos gitanos (él los llama “los de la cabra”) a bailar y a beber, lo que provoca la discordia en su casa, ya que la madre de Manolito, e hija de Nicolás, se avergüenza. Hay una fiesta en un bar y Nicolás se lleva a sus nietos, y al final de la noche el abuelo recibe una medalla por pasarse toda la noche bailando y por la discusión que tendrá al llegar a casa, lo que hace que Manolito le idolatre más aún.
    Según van volviendo sus amigos, Manolito cambia de mejor amigo al Mostaza, también tiene miedo a la vuelta de Yihad, el matón, y porfin vuelve su verdadero mejor amigo, el Orejones; además celebran el cumpleaños de este, al cual Manolito envidia porque sus padres están separados y le hacen muchos regalos “para comprar su amor”.
    El último capítulo, “La vida es dura”, trata la temida vuelta a clase, y el primer día de cole del Imbécil, y Manolito acaba contando con gran vergüenza que está enamorado de la profesora de su hermano pequeño.

    Como supongo, casi todos habréis leído las aventuras del joven Manolito, sabréis que todas sus historias las cuenta desde su punto de vista infantil e ingenuo, pero intenta entender lo que sucede a su alrededor. Es un niño que, pese a poder pasar diferentes penurias, vive optimista y feliz en su familia. Es un personaje que casi todos los lectores, aún siendo ya adultos, pueden verse reflejados en él, ya sea como persona o algunas partes de su vida; y si no es al protagonista, puede ser a uno de los muchos personajes que aparecen, todos ellos descritos totalmente por la visión del niño. Además, esta “visión del niño” supo plasmarla con bastante exactitud Elvira Lindo y, excepto algunas palabras que no concuerdan en el vocabulario de este chico, por lo que en general el estilo, la expresión, y el formato del libro concuerdan con la personalidad de Manolito; el formato lo incluyo porque los capítulos se dividen según cuenta las historias Manolito, y a veces contando una historia “se le ha olvidado” contar algo, y vuelve a hablar de una historia anterior.

    Concluyendo, creo que es una buena historia para que lean los niños, ya sean mayores o menores a la edad de Manolito (8 años) porque, ya sea por su personalidad, las personas cercanas a él o las historias que cuenta, podrán verse reflejados e incluso aprender a reaccionar ante diferentes situaciones.

viernes, 6 de enero de 2012

Más vale tarde que nunca... Historia y tipos de literatura infantil

Comienza el movimiento en este blog, y lo hace con una visita guiada a la historia de la Literatura Infantil, descubriendo qué (y qué no) es literatura infantil. Además, intentaremos saber qué tener en cuenta para elegir un buen libro para un lector infantil.
                Generalmente se dice que la literatura infantil tiene que estar protagonizada por niños, y aunque por lógica esto es así en la mayoría de los casos, ya que ayuda al lector a identificarse con los protagonistas, no todos los libros protagonizados por niños son para niños. Por ejemplo, el libro “La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades”, escrito por el famoso, longevo y fructífero escritor “Anónimo”, es una novela del Siglo XVI que cuenta, en primera persona, la infancia de Lázaro González, el cual cuenta esta cuando ya es adulto y  está casado. Pese a que la mayor parte del libro está protagonizado por un niño, nadie dudará en que esto no es literatura infantil, habla de desventuras y desgracias, y aunque en la época hubiera niños que vivieran en penurias parecidas y pudieran identificarse, el “objetivo” del libro es una crítica a la hipocresía del clero, los nobles y el honor.
                Pero, ¿cómo iba a existir literatura infantil en una sociedad que no tenía niños? ¿Existirían en la actualidad historias para niños sobre gatos mágicos, unicornios rosas o niños con gafas, si los niños vivieran en un mundo adulto, trabajando como adultos y sin tener la posibilidad actual de aprender, tener conocimientos y leer por diversión? Estaremos de acuerdo en que no, por lo que hasta que los niños no empezaron a verse como tales, no pudo aparecer una literatura para entretenerles a ellos. Entonces, ¿Cuándo se “crearon” los niños y empezó a escribir para ellos?
        Antes del Siglo XVIII, muy poca literatura sería apropiada tal cual para dar a leer a los niños, además de porque la mayor parte de la población no sabía leer, por la temática. Lo poco que podríamos dar a leer a los niños serían pasajes sueltos, por ejemplo, del “Libro de los ejemplos del conde Lucanor  y de Patronio”, del infante Don Juan Manuel (siglo XIV), un libro con historias con enseñanzas para adultos, aunque podrían escogerse algunas que ayuden a los niños. Más adelante hay diferentes obras que, estando dirigidas a alumnos, también atraían a los niños.
 
Pero, como antes, tomamos como punto clavo en la historia de la literatura infantil el Siglo XVIII, por dos razones: la influencia de la corte francesa del rey “Sol” Luis XIV, debido a que a este le atraían mucho los relatos cortos y cuentos; y por otra parte empiezan a darse novelas que, por su temática, podrían atraer (y lo hacen) al público infantil, como “Robinson Crusoe”, de Daniel Defoe (1719) “Los viajes de Gulliver”, de Jonathan Swift (1726) o, más de un siglo más tarde, “La isla del tesoro”, de Robert Louis Stevenson (1883). Estas obras son un buen ejemplo de novelas de aventuras, por lo que podrían a priori atraer más a niños que a adultos, pero que por su extensión y sus temas, reflexiones y críticas sobre la sociedad o el dinero, las alejan del mundo infantil y las acercan más a la juvenil. 
A finales del Siglo XVIII y principios del XIX, empieza a haber una “preocupación” por los niños y la importancia de que lean cosas dirigidas a ellos, destacando la figura de Cecilia Böhl de Faber, quien utilizó la mitología clásica para escribir relatos que a la vez que entretenían a los niños, les servían para aprender.
Es importante destacar la editorial Calleja, de Saturnino Calleja, que entre el siglo XIX y el XX publicó más de 3000 títulos, entre ellos destacan Estos eran pequeñas historias, con un precio y un tamaño muy reducidos, para que los niños pudieran comprarlo con lo que ahorraran (de esta gran producción de pequeños libros viene la expresión “Tienes más cuento que Calleja”).  Además esta editorial publicó la primera edición completa de “Platero y yo”, de Juan Ramón Jiménez  (1917), una serie de historias sobre “Pinocho” (no era el original de Carlo Collodi, sino versiones de Salvador Bartolozzi), así como historias de Andersen, los hermanos Grimm, “Las mil y una noches”, etc.
Surge a principios del siglo XX la serie de cuentos infantiles “Celia”, de Elena Fortún (Pseudónimo de Encarnación Aragoneses de Urquijo).

Los libros de “Celia” trataban la vida de una niña española, sus pensamientos e inquietudes. Además, introduciendo otros personajes infantiles, cada uno con su personalidad, hizo que niños muy diferentes se sintieran identificados de una u otra manera con el libro. Además, las obras de Elena Fortún sirvieron de base para que, a partir de los años 60 y 70 niños, con una personalidad de niños, protagonizaran cuentos para niños. Tambien es importante mencionar a Antonio Robles, autor de cuentos para niños que tenía la intención de transmitir enseñanzas y valores.
En 1935 el presidente de la República Española, Alcalá Zamora, inaugura la “I Exposición del Libro Infantil”, con representantes de las editoriales más importantes como Calleja o Aguilar.
Con el comienzo de la Guerra Civil muchos de los autores mencionados anteriormente se exilian o dejan de escribir, y unos pocos escriben libros infantiles con un objetivo económico, pero la falta de medios y la censura terminó temporalmente con la literatura infantil, hasta que surge, siguiendo la estela de “Celia”, “Antoñita la Fantástica”, de Borita Casas, primero en Radio, luego en teatro y finalmente en versión escrita. También surgen periódicos y revistas infantiles, con Carmen Conde (“La Estafeta Literaria”). Entre las revistas infantiles, en la que destacan “Flechas y Pelayos” (originalmente dos revistas que se unieron, de carácter propagandístico y con la única intención de modelar a los niños) y “Chicos” y “Mis Chicas”, dirigidas a públicos concretos, con un contenido variado y diferentes historias y cuentos, aunque no estaban exentas de ideología.
Ya a partir del ecuador del siglo, con la lenta apertura de España al mundo, vuelve a surgir la literatura infantil como tal, con autores como Monserrat del Amo, Jose Miguel Velloso o María Luisa Gafaell (Premio Nacional de Literatura 1950 por “La princesita que tenía los dedos mágicos”). Estos autores estuvieron nominados al premio Hans Christian Andersen.
En las décadas de los 60 y 70, además de los autores anteriores, y algunos más, destacan las figuras de José Mª Sánchez-Silva y Ana Mª Matute. El primero, que recibió la medalla de los premios Andersen por toda su producción literaria, descata por la obra “Marcelino Pan y Vino”, además de otros como “La burrita Non”, “Cuentos de Navidad”, “Adán y el señor Dios”…

La segunda, con obras también para adultos, destacó con una producción literaria infantil con premios nacionales de literatura y candidaturas a los premios Andersen. Tambien es importante mencionar a Gloria Fuertes, Carmen Vázquez-Vigo y Juan Antonio de la Iglesia.
En los años 80 hubo un “boom” de literatura infantil que dura hasta hoy, con editoriales para niños, series como “Barco de vapor” y ediciones de cuentos antiguos, como los de Calleja; y al existir tanta editorial había mucha competencia, lo que generó una gran producción de literatura infantil, que llevo la misma tanto a las casas como a las escuelas. Además, tanto para hacerla más atractiva como para ahorrar, la literatura infantil empezó a ser “total print”, agrandando las letras e introduciendo grandes imágenes, de manera que las pequeñas historias ocupan espacios más grandes que si simplemente llevaran letra normal, como los libros de adultos.
En la actualidad, la literatura infantil es ya una realidad, que llena las librerías de cuentos e historias, es promovida por asociaciones y cursos de animación a la lectura en colegios o bibliotecas infantiles.

Ahora que ya sabemos qué es, y qué pasos ha dado la literatura infantil hasta nuestros días, debemos saber diferentes tipos de clasificación de literatura infantil:
·         Intervalo de edad: El resto de clasificaciones suelen depender en la literatura infantil de la edad a la que vayan dirigidos y el momento evolutivo del joven lector.
·         El formato: Puede ser prácticamente solo dibujos con una pequeña explicación, libros interactivos, libros para niños más creciditos con pocas ilustraciones, comics… En estos diferentes tipos de libro cambiará, por ejemplo, el tamaño de letra o la cantidad de ilustraciones según la edad a la que vaya dirigido.
·         El estilo: Como en cualquier tipo de obra, el autor plasmará su estilo en el libro, y este estilo atraerá en mayor o menor medida a cada lector. Estando dirigido a literatura infantil, el autor deberá adecuar su forma de expresarse y las palabras que elija al intervalo de edad al que va dirigido, y a su momento evolutivo.
·         El tema: Los temas de la literatura infantil, como los gustos de los niños, son innumerables, y suelen aparecer libros muy originales, con temas muy diversos.
·         El género: Como en toda literatura, pueden ser:
o    Narrativo: Cuentos, historias o pequeñas novelas, casi siempre acompañadas de ilustraciones. Por ejemplo, la serie de libros “Manolito Gafotas”, de Elvira Lindo.
o    Lírico: Suelen ser rimas sencillas, adivinanzas y cancioncillas. Destaca las aportaciones de Gloria Fuertes.
o    Teatral: Suelen ser pequeñas obras de teatro, u obras famosas pero adaptadas, para que o bien las representen los niños, o bien sean representadas para niños.

           En caso de que quisiésemos saber qué libro escoger para un niño en concreto, o un aula, deberíamos tener en cuenta los anteriores criterios, pero estos no son una tabla de medir que haya que seguir a rajatabla, sino que, al ser cada niño un mundo, debemos tomarlos como tal y cada uno tendrá sus gustos y aficiones, y por ejemplo un niño de 5 años podía identificarse más con un protagonista de 7 años  que uno que tuviera la misma edad,. Además, sería bueno elegir libros que ayudaran a desarrollar el pensamiento propio del niño, como por ejemplos libros con “enigmas” o “secretos” que el lector tenga que adivinar para seguir con la trama.