Vistas de página en total

jueves, 21 de junio de 2012

CREANDO LITERATURA


A partir de la teoría que escribí en la entrada anterior, la actividad consiste en crear una historia de cada uno de los géneros. Dicho esto, aquí van mis historias:

PROSA DE PABLO BRAGADO

            Siguiendo los pasos que expuse en la entrada anterior, hice una tormenta de ideas en las que salieron algunas palabras como “barco”, “mando”, “tabaco”, “agua”… Al terminar, en mi casa estaban mi madre y mi abuela, y no estaba muy convencido con las ideas que había escrito, asique decidí preguntarlas por una experiencia personal suya, y de ahí surgió la siguiente historia:

“Vacaciones fantasmales”

Fue una experiencia inolvidable la que vivieron  mis padres, de jóvenes, unas vacaciones durante el verano del año 1985.

Organizaron, junto con unos amigos de juventud, unas cortas vacaciones en un caserío cercano a Santander. Iban a ser ocho personas, que se desplazarían en dos vehículos desde Madrid.

El pueblo en el que estaba situado el caserío estaba disfrutando de sus fiestas patronales, con el bullicio y la llegada de gentes extrañas a los alrededores de la vivienda.

Por la noche, después de cenar, los amigos propusieron un juego: hacer espiritismo, por medio de una rudimentaria ouija.

Así que, ni cortos ni perezosos, recortaron las letras y, con un vaso puesto boca abajo, apagaron las luces, encendieron una vela y… ¡a pasar miedo!

Las chicas, antes de comenzar, fruncieron el ceño y se reunieron en un pequeño corrillo en el que acordaron que estarían tranquilas. Conociendo a los cuatro chicos, sabían que alguna broma o susto habrían preparado. Bajo ningún concepto podían mostrar sus debilidades y sus miedos, convencidas de que harían ruidos extraños, apagarían y encenderían luces, e incluso aparecería alguien disfrazado pero… siempre estarían pendientes de contar el número de participantes en el “juego”, para tener la certeza de que no faltara ninguno.

Empezaron la ronda de preguntas, el vaso que giraba y giraba, el vértigo de estar jugando a algo desconocido. En la habitación, dos de las amigas estaban asustadas. No sabían a qué se iban a enfrentar cuando, de pronto, se escucharon con claridad unos pasos en la planta de arriba.

Ellas se miraron guiñando un ojo. Sabían que alguno de los amigos faltaba de la mesa. Miraron, contaron… Pero ¿Cómo era posible? ¡No podía ser! Los ocho continuaban sentados alrededor de la mesa. Ellas se buscaban con la mirada, intentando hallar una explicación lógica a los ruidos de cadenas que se arrastraban sin cesar, pero la cara de preocupación aumentó cuando, de repente, se apagó la llama de la vela.

Al otro lado de la puerta se veía luz. Las chicas se asomaron, instigadas por los cuatro chicos, y no había nadie. Solo una bombilla que se encendía y se apagaba intermitentemente. Las dos amigas más asustadizas salieron corriendo y se encerraron en la cocina. Por el contra, las dos más valientes dijeron:

-¡Ánimo, chicas! no creemos en los fantasmas, y si hay alguien haciendo ruidos arriba, no puede ser un espíritu, tiene que ser alguien de las fiestas del pueblo que se ha colado, borracho, a robarnos o a ocasionarnos algún problema.

-¡Cierto! Traed un cuchillo de la cocina y vamos a ver qué pasa en la buhardilla.

Los chicos, tan valientes, organizaron una expedición al piso superior, y, evidentemente, convencieron a las chicas para que subieran delante. Sobre todo a las dos amigas más asustadas.
Cuando subieron, uno a uno, y abrieron la desvencijada puerta… el grito de terror se escuchó en toda la comarca. Lo que vieron les heló la sangre: un espacio lleno de telarañas, oscuro, con reflejos de la luz que se colaba por las rendijas del tejado y… un rostro blanco, azulado, ojeroso con una tenebrosa iluminación que salía de los ojos de un espantoso fantasma.

El ruido de cadenas cada vez sonaba más y más fuerte.

Las chicas salieron corriendo, alguna rodando por la escalera. Cogieron las llaves de uno de los coches y, antes de subir al vehículo, mi madre miró la ventana de la buhardilla, viendo la cara iluminada y gritó:

-¡¡¡Eh!!! ¡Sabemos que eres un extraño que se ha colado en nuestra casa! ¡Nos vamos al cuartel de la guardia civil a denunciarte!-dicho esto, se metió en el coche con sus tres amigas.

De pronto, en la carretera, otro coche les adelantó haciendo señales para que se detuvieran en el arcén. Ellas no lo hicieron hasta un cruce de carreteras y el vehículo se les atravesó para que pararan. Eran los chicos, preocupados por su intención de acudir al cuartel. Entonces, en el arcén, las hicieron salir y les contaron la historia.

Habían organizado, días atrás, la enrevesada broma: no eran ocho, sino nueve, los amigos que iban a pasar las vacaciones, pero lógicamente ellas no lo sabían. El noveno esperó, pacientemente, en un bar ubicado enfrente del caserío hasta que se hizo de noche e iniciaron el juego de ouija. Fue entonces cuando se coló en la casa por la puerta de atrás, se disfrazó, se puso una peluca oscura y se untó cola blanca en la cara, que iluminó con el haz de luz que salía de una linterna escondida debajo de un abrigo harapiento. Las cadenas, por supuesto, eran de sujetar las bicicletas en el trastero y las ató en sus muñecas y tobillos.

El enfado de las chicas fue tan descomunal que les exigieron que se fueran de la casa la mañana del día siguiente. Pero, estando ya los 9 amigos juntos y controlados, unos extraños ruidos metálicos se oyeron en la buhardilla…

FIN


DIÁLOGO TEATRAL DE PABLO BRAGADO

            El diálogo se me ocurrió hacerlo sobre un tema que me interesa bastante, que es el psicoanálisis. Asique voy a reproducir un hipotético diálogo entre el analista y su paciente, siendo lo más importante el discurso del segundo, y una de las habilidades del psicoanalista saber cómo incidir sin conducir al paciente (repitiendo alguna expresión del paciente, haciendo silencio…). Por tanto, y con ayuda de un amigo que estudia psicoanálisis, inventamos el siguiente diálogo:

“El psicoanalista”


Consulta del psicoanalista, de unos 75 años, pelo canoso y aspecto vital y jovial. Está sentado, enfrente tiene un sillón de las mismas características que el suyo. Un consultante llama a la puerta, es una primera entrevista, es puntual. A pesar de su buena apariencia física llega desaliñado y con un semblante de tristeza que roza lo depresivo. El psicoanalista le da la mano. Se sientan.

Psicoanalista: Hola.

Javier: Hola.

Psicoanalista: Cuéntame.

Javier: No sé qué me pasa, no soy yo, no puedo más.

(El psicoanalista calla)

Javier: No soy yo, no sé lo que me pasa, no quiero hacer nada. No puedo más. No soy libre.

Psicoanalista: No soy libre.

Javier: Vas a pensar que estoy loco, me gustan las mujeres, pero no paro de pensar en mi mejor amigo.

Psicoanalista: ¿Tu mejor amigo?

Javier: Si, se llama Antonio. Es guapo, atento, muy inteligente y sobretodo muy buena persona.

(El psicoanalista sonríe)

Psicoanalista: Pero te gustan las mujeres.

Javier: Claro, claro que te crees, ¿que soy gay?

Psicoanalista: Si te gustan las mujeres no puedes ser gay.

Javier: Pues eso, es súper atento conmigo, aunque a veces me saque de quicio. El otro día salimos de fiesta y nos emborrachamos. Empezó a decirme que si me besaba me iba a enamorar y yo le decía que no. Al final nos liamos. Pero no me gustó nada ¿eh?

Psicoanalista: Claro, porque te gustan las mujeres.

Javier: Claro, claro. El caso es que siento un sentimiento de tristeza continuo, nunca me he enamorado de ninguna chica; aunque he estado y tenido muchas cosas con muchas de ellas. Siento que no soy yo, que no soy libre. Me encantan, además tengo “varios fichajes” y muchas con las que sí quiero me lio.

Psicoanalista: Pero te lías con tu mejor amigo.

Javier: ¿Qué me estás contando?, me gustan las mujeres, soy muy hombre. Que me lie con mi mejor amigo y me guste no quiere decir nada.

Psicoanalista: ¿Y te guste?

Javier: ¡Yo no he dicho eso!, ¡Antonio no me gusta!

Psicoanalista: Claro, porque te gustan las mujeres

(El psicoanalista corta la sesión, se despiden. El rostro del paciente refleja ahora enojo y frustración)
El psicoanalista le cita para dos días después, aunque Javier no tiene intención de volver.
(Dos días después)
Javier llega a la cita puntual. El psicoanalista y él se saludan. Se sientan. Javier rompe a llorar.

Javier: Me estoy enamorando de mi mejor amigo, ¿cómo puede ser esto si me gustan las mujeres?

(El psicoanalista calla)

Javier: ¡Dime algo!

(El psicoanalista calla)

Javier: No puede ser, me atrae mucho… solo quiero besarle… será que soy gay. ¿Cómo puede ser?

Psicoanalista: Por eso no eres libre.

El psicoanalista, a pesar de brevedad, corta la sesión y cita a Javier para el día siguiente. Pero Javier no vuelve, ni siquiera llama.

7 meses después.

Javier vuelve a llamar. El psicoanalista le cita para esa misma tarde. Javier, como siempre, llega puntual. Su semblante es el opuesto. Parece de lo más feliz. Se estrechan la mano, está vez, además, Javier le da una palmadita en la espalda. Se sientan.

Psicoanalista: Cuéntame.

Javier: Soy muy feliz. Llevo 3 meses con Antonio, no podría estar más contento. Mi vida me va genial desde que me he aceptado. No solo en el amor, soy capaz de todo; en mis estudios, mi trabajo, con mis amigos y mi familia. Soy feliz y capaz de hacer feliz al resto.

Psicoanalista: eso es, por que por fin te sientes liberado.

(Javier rompe a llorar de felicidad)

Javier: No me siento libre, lo soy.

(El psicoanalista sonríe)


POESÍA DE PABLO BRAGADO

            Estando reunida mi familia, recordamos un cuento que nos contaba mi abuela a mis primos y a mí cuando éramos pequeños, y decidí hablar sobre ella de un modo diferente: en poesía.

“El niño aventurero”

Cuando era pequeñito
Mi abuela cuentos contaba
Pero uno especialmente
Era el que a mí gustaba

Era yo el protagonista
Con un amigo especial
Un mono nada egoísta
Al que gustaba volar

Un viernes por la mañana
Al zoo quería ir
Y mi abuelo, elegante
Quiso conmigo partir

Ya en el zoo, con mis primos
Un gran gorila yo vi
Y haciéndonos amigos,
Un leve grito oí.

Era el mono divertido
Que algo especial pidió
Que comprara un globo rojo
Y lo inflara con tesón

Eso hice y de repente
El globo empezó a subir
El mono muy enrollado
De un salto se agarró a mí

Entonces vimos el zoo
Pequeñito desde arriba
Y Madrid y el Manzanares
y al casa de mi prima

Cuando ya se hizo de noche
Desinflamos un poco el globo
Y como un rápido coche
Volví a casa con el mono

Al volver a casa andando
A mi abuelo me encontré
Le conté mi viajecito
Y esa noche no cené

1 comentario:

  1. Bien. No están muy enfocados a primaria ¿no? En cuanto a la poesía, admiro el esfuerzo, pero yo insistí en no usar la rima si con ello se rompía la estructura lógica de la frase.

    ResponderEliminar